Nigel Kennedy es un “enfant terrible” del panorama de la música clásica.
Provocador. Rebelde. Atrevido en sus interpretaciones. Deliberadamente infantil.
Las versiones de Nigel Kennedy son completamente heterodoxas. Más allá de criterios estilísticos, es su desbordante personalidad la que impone la pauta en sus conciertos. Hay un sector de público que no lo traga. Pero es muy pequeño. La mayoría queda seducida por el arte de este genio, que fue niño prodigio y alumno predilecto de Yehudi Menuhin. De mayor sigue teniendo cierto aire infantil.
Parece que lo hace todo con desenfado, pero lo cierto es que detrás de ese aparente desenvoltura hay una técnica soberbia y un dominio pleno del instrumento, en el que sin duda, además de un talento inmenso, se han invertido muchas horas de estudio riguroso. Kennedy es un virtuoso extraordinario con un mecanismo perfecto que se luce en unos tempi llevados al extremo de la velocidad imaginable.
Pero no se queda en la técnica, sino que este violinista interpreta las obras de forma global. No es solo una versión musical la que ofrece: son versiones teatrales y ejemplos de una filosofía de vida. Este violinista se presenta vestido como un payaso, con ademanes de payaso. Interpela al público, baila por el escenario, hace locuras, se baja al patio de butacas, bromea con los músicos, se divierte. ¿Y la música? La música está presente en su más alta expresión para quien tenga oídos, quiera escucharla y no se deje distraer por la puesta en escena. Sin embargo, el teatro contribuye, sin duda, a crear un espectáculo completo, en el que se establecen lazos muy especiales con el público. La música no sólo es sonido, también es comunicación, emoción y teatro.
En este vídeo interpreta el primer movimiento del Concierto “La Primavera”, perteneciente a la obra “Las Cuatro Estaciones”, de Vivaldi (como ya sabréis, cada estación es un concierto independiente).
Es una obra barroca para orquesta de cuerdas (violines, violas, violonchelos y contrabajos). Para los que ya habéis estudiado Historia de la Música, fijaos en el clave interpretando el Bajo Continuo: es el instrumento de teclado negro.
Nigel Kennedy actúa como solista, pero a ratos dialoga con otro violinista que está colocado entre los demás: se trata del Primer Violín, supuestamente el más avezado de entre los ejecutantes de este instrumento en la orquesta. Juntos pintan maravillosamente en el aire los trinos de los pájaros que despiertan en Primavera.
Toda la obra transmite luz, alegría, pasión.............VIDA.
Y Nigel Kennedy, con su incansable adolescencia, nos despierta del letargo invernal en el que permanecemos y nos hace desear que llegue marzo ya, que llegue, que llegue...
Provocador. Rebelde. Atrevido en sus interpretaciones. Deliberadamente infantil.
Las versiones de Nigel Kennedy son completamente heterodoxas. Más allá de criterios estilísticos, es su desbordante personalidad la que impone la pauta en sus conciertos. Hay un sector de público que no lo traga. Pero es muy pequeño. La mayoría queda seducida por el arte de este genio, que fue niño prodigio y alumno predilecto de Yehudi Menuhin. De mayor sigue teniendo cierto aire infantil.
Parece que lo hace todo con desenfado, pero lo cierto es que detrás de ese aparente desenvoltura hay una técnica soberbia y un dominio pleno del instrumento, en el que sin duda, además de un talento inmenso, se han invertido muchas horas de estudio riguroso. Kennedy es un virtuoso extraordinario con un mecanismo perfecto que se luce en unos tempi llevados al extremo de la velocidad imaginable.
Pero no se queda en la técnica, sino que este violinista interpreta las obras de forma global. No es solo una versión musical la que ofrece: son versiones teatrales y ejemplos de una filosofía de vida. Este violinista se presenta vestido como un payaso, con ademanes de payaso. Interpela al público, baila por el escenario, hace locuras, se baja al patio de butacas, bromea con los músicos, se divierte. ¿Y la música? La música está presente en su más alta expresión para quien tenga oídos, quiera escucharla y no se deje distraer por la puesta en escena. Sin embargo, el teatro contribuye, sin duda, a crear un espectáculo completo, en el que se establecen lazos muy especiales con el público. La música no sólo es sonido, también es comunicación, emoción y teatro.
En este vídeo interpreta el primer movimiento del Concierto “La Primavera”, perteneciente a la obra “Las Cuatro Estaciones”, de Vivaldi (como ya sabréis, cada estación es un concierto independiente).
Es una obra barroca para orquesta de cuerdas (violines, violas, violonchelos y contrabajos). Para los que ya habéis estudiado Historia de la Música, fijaos en el clave interpretando el Bajo Continuo: es el instrumento de teclado negro.
Nigel Kennedy actúa como solista, pero a ratos dialoga con otro violinista que está colocado entre los demás: se trata del Primer Violín, supuestamente el más avezado de entre los ejecutantes de este instrumento en la orquesta. Juntos pintan maravillosamente en el aire los trinos de los pájaros que despiertan en Primavera.
Toda la obra transmite luz, alegría, pasión.............VIDA.
Y Nigel Kennedy, con su incansable adolescencia, nos despierta del letargo invernal en el que permanecemos y nos hace desear que llegue marzo ya, que llegue, que llegue...
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