Ya hablé en una entrada anterior de Antonio Machado y Soria, ciudad que me acogió en mi infancia.
También Soria acogió bastantes años antes a Gustavo Adolfo Bécquer, escritor romántico conocido por sus rimas, pero que supo también recoger las leyendas de esa tierra y transformarlas rodeándolas de un estremecedor ambiente gótico.
Ayer releí Maese Pérez el organista. Preciosa narración.
Sin embargo, la leyenda que más me ha impactado es "El monte de las ánimas", quizás porque en ese monte jugaba yo con mis amigos en fugaces escapadas vespertinas: construíamos cabañas, poníamos clavos viejos y retorcidos en la vía del tren para que éste, al pasar, los enderezase. ¡Qué inconsciencia!, pero... ¡qué felicidad!
El monte de las ánimasLa noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.
Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.
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