Los europeos siempre nos hemos considerado "mucho más preparados" que la población local para solucionarles los problemas. ¿O no? Menos mal que ya no somos tan prepotentes y con el paso de los años hemos ido aprendiendo a integrar nuestros conocimientos más avanzados y la sabiduría popular de las gentes a las que vamos a ayudar.
Esto me recuerda una historia curiosa:
Cuando estaba en la Universidad estudiando Veterinaria entré a formar parte, como voluntario, del grupo de Veterinarios Sin Fronteras de León. La ONG aún llevaba pocos años desarrollando proyectos. Recuerdo que se decía que uno de los primeros que se llevaron a cabo era una granja de vacas en algún país del Magreb. Como la raza más eficiente a la hora de producir leche era la frisona (esa vaca con manchitas, para el que no la conozca), pues a las mentes pensantes se les ocurrió enviar varios ejemplares de esa raza que, como era de esperar, sucumbieron a los pocos meses de vivir en una zona tan desértica. Al final hubo que llevar vacas de raza autóctona que, aunque menos eficientes, eran muchísimo más resistentes al clima y a las enfermedades endémicas.
Otra:
En cierto país del África Subsahariana se construyó una granja de animales para ayudar a una determinada comunidad. Cada poco venían soldados y, en una escaramuza, les robaban todos los animales. Al final hubo que sustituirlo todo por una piscifactoría. Los soldados ahora tendrían que pescar los peces si se los querían llevar. Como ya no era tan fácil ni lucrativo, desistieron y no volvieron a aparecer por allí.
Y ahora, una historia de ficción plasmada en un cortometraje de animación:
Panocha es una mazorca de maíz que vive feliz con un agricultor y su cerdo. En un momento dado descubre que es transgénica. Éste será el principio de una serie de desafortunados acontecimientos con consecuencias funestas para todos [...]
Si quieres saber más de esta historia, en Escoita... Escucha... puedes ver el corto de animación realizado por Citoplasmas a instancias de Veterinarios Sin Fronteras.
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